Brian y Golden se conocieron hace diez años en el equipo de atletismo del instituto.
Además de entrenar duro, eran unos locos de las zapas, así que entraron a trabajar en la tienda de su ciudad.
Cada día, probaban, sugerían y vendían todo tipo de zapatillas, pero había algo que no les encajaba.
Para ellos, la mejor experiencia de correr era hacerlo descalzos por la hierba, con esa sensación de libertad en el pie, la estabilidad, el control.
Y sin embargo, les parecía que las zapatillas de running trabajaban en la dirección contraria, aprisionando el pie y dándole una inclinación que forzaba a correr de manera poco natural.
¿Qué hacer si los productos del mercado no responden a lo que tú buscas?
Pues hackearlos. Y eso es lo que hicieron.
La primera solución fue sencilla.
En lugar de atar los cordones todos cruzados a lo ancho, decidieron poner los dos primeros agujeros a lo largo, de manera que la zona del empeine y los dedos tuviese más espacio.
La segunda fue algo más compleja, pero también la solventaron.
Calentando las zapas en el horno hasta que el pegamento se suelta, conseguían separar la mediasuela y cortarla de tal modo que, al volver a pegarla, resultara una zapatilla plana, sin diferencia entre el talón y la punta.
Las zapatillas hackeadas.
Poco a poco, otros corredores se interesaron por el invento y de la tienda pasaban a la zapatería de enfrente para que les hiciera el mismo apaño.
Habiendo confirmado que esto ya no era la chaladura de dos amigos, sino algo que podía tener sentido, acudieron a varias marcas a proponerles la idea.
Todas la rechazaron.
Así que, convencidos como estaban, se liaron la manta la cabeza y decidieron hacerlo ellos mismos.
Y así nació el drop 0.
Y así nació Altra.
