Como seguramente sabréis, acabamos de volver de Eurafrica.
5 días corriendo por 2 continentes, 3 países y 5 lugares diferentes. Gibraltar, Málaga, Cádiz y Marruecos.
Etapas preciosas y variadas, técnicas y corribles, cortas y largas. Pero todas con algo en común: el Estrecho.
Una carrera con una filosofía clara: unir culturas a través del deporte, el respeto a la naturaleza y la divulgación de su patrimonio natural y social.
Y solo con esta carta de presentación, podría ser suficiente para que Eurafrica estuviera entre las mejores carreras del mundo.
Pero hay más. Mucho más. Tanto, que es difícil explicarlo si no lo has vivido.
Eurafrica es una experiencia vital que deja huella. Llegas como un corredor aislado y cinco días después sales como miembro de una gran familia de personas increíbles.
Corredores, voluntarios, organizadores… todos unidos a través de unos valores de compañerismo, respeto y disfrute que son verdaderamente contagiosos.
En los buenos momentos es fácil dejarse llevar, pero en los duros —como los vividos durante la cuarta etapa— es donde se ve realmente cómo de unido y en sintonía está el grupo.
Y el de eurafricanos demostró estar comprometido y todos a una para remontar la situación y poner un broche apoteósico a unos días increíbles.
El colofón del último día fue el cierre perfecto para irnos todos con las patas cansadas pero el corazón lleno.
Correr junto a un montón de niños locales que disfrutaban como nosotros, fundirnos entre abrazos y lágrimas en la ceremonia de clausura, alegrarnos por cada corredor que subía al podio como si fuéramos nosotros mismos, ¡e incluso vivir una petición de mano!
Eso, amigos, eso es Eurafrica.
Y es que, como bien apuntó Aitor Calle —director de la carrera— en la ceremonia de clausura, esta vida no sabes cómo va a ser de larga, pero lo que sí está en nuestra mano es disfrutarla a cada momento, exprimirla al máximo y… vivirla a lo ancho.
Nos vemos en Eurafrica 2024.